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En construcción...

Jodida manía

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Siete treinta de la mañana.
Hubiera hecho pedazos cualquier tratado firmado por remolonearte un poco más. Por condenar cada una de las alarmas que sonaban desde hacía más de treinta cinco minutos.
Hubiera olido tu pelo, dos veces, por si en la primera me había dejado algún, joder que bien hueles, joder lo erótico que es tu cuello.
Hubiera susurrado, jodida rutina que no me deja destrozar la lista de cosas pendientes para hoy, estrellándola entre tus piernas. Dos veces, por si en la primera no dices, ¡buenos días, joder!

Siete treinta y dos.
El café después de catorce minutos no sabe tan bueno, se enfría rápido, debe hacer frío en la calle, pues la casa ya lleva helada varios meses desde que recogiste tu última taza.

Te hubiera escondido hasta la nariz.
Hubiera escondido hasta la cabeza.
Hubieras empañado los cristales por fuera. Por dentro ya hacía horas que el salitre de nuestros cuerpos hicieron sudar al doble acristalamiento, dos veces.
Hubiera dejado respirar a cada uno de los poros de tu cuerpo, y joder que bien sabías después de morir entre tu pelvis y tu mordisco en mi oreja.

Siete cuarenta y tres.
Vuelvo a llegar tarde al trabajo. Debería aprender a no cerrar los ojos una vez despierto, jodida manía que me dejaste.
Jodida manía de dejarme.
Jodida manía.



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